"¿Y TÚ DE QUIÉN ERES?"
Conocer sus raíces, sus orígenes, las profesiones de sus ancestros, el significado de su apellido, y desde cuándo su familia habita en la localidad ya es posible para los valderrobrenses gracias a la obra de Manuel Siurana Roglán ‘¿Y tú de quién eres?’, en la que repasa la historia de los 108 más comunes en el pueblo.
Esta publicación es el resultado de cinco años de trabajo en los que Siurana, literalmente, se ha zambullido en los 50.000 expedientes parroquiales de Valderrobres y Beceite. Estos archivos abarcan un periodo que se extiende desde la actualidad hasta 1569 en el caso valderobrense y hasta 1525 en el beceitano. Los datos fueron informatizados en hojas de cálculo, y a continuación cruzados para establecer líneas genealógicas. Gracias a eso, se ha podido descubrir que, por ejemplo, todos los Orona, por un lado, o los Mulet por otro, proceden de un mismo tronco familiar.
A lo largo del estudio se ha constatado que el apellido más repetido a lo largo de todo este tiempo es Celma. De hecho, de los 25.000 expedientes de Valderrobres, casi 1.000 hacen referencia a un Celma. Le sigue Gil, Segura, Pons, Foz y Micolau. En la actualidad, la clasificación ha variado un poco, y el apellido más común es Gil, seguido de Lombarte y Pallarés.
Por el contrario, también hay apellidos que han desaparecido. Es el caso de los Meseguer o los Malet, muy comunes en el siglo XVI, pero con un índice de masculinización (hombres que lo llevan por cada 100 mujeres) tan bajo que de hecho hoy día ningún hombre lo lleva. Aunque Siurana reconoce que la posibilidad de que hoy día la mujer pueda transmitir su apellido podría salvar algunos hoy condenados a desaparecer, explica que de imponerse esta tendencia, más allá de consideraciones sexistas, dificultará sobremanera los futuros estudios genealógicos.
Las partidas bautismales consultadas también incluyen el nombre y profesión de los padres. En caso de ser un oficio diferente al agrícola (al que se ha dedicado el 80% de la población hasta el siglo XX), Siurana se ha detenido en su análisis. De esta manera, los datos revelan que a lo largo de los últimos cinco siglos ha habido familias enteras que han permanecido fieles a una actividad laboral. Es el caso de los Ribes, llegados a Valderrobres desde Reus hace 200 años. Se han dedicado a la albañilería, e incluso hoy día algunos de sus miembros han continuado esa tradición. Por su parte, los Roglán mantuvieron el oficio de alpargateros durante cuatro generaciones.
Del mismo modo ocurre con las familias de mayor relevancia social. Los Crespo ya poseían el poder social y económico en el siglo XVI, lo que se plasmaba a través de la ocupación de los cargos municipales. A pesar de las revoluciones sucedidas a lo largo del tiempo, esa tendencia se ha mantenido hasta el siglo XX.
No obstante, a lo largo de estos últimos cinco siglos, los Molés han sido la familia más influyente. Además de terratenientes, sus miembros eran notarios. Aparecen en los archivos más antiguos, pero está constatado que se marcharon en el siglo XVIII a Zaragoza. Aunque hoy existen Molés en el municipio, el autor destaca que son emigrantes que nada tienen que ver con aquella rama.
Después de publicar este estudio pormenorizado, Manuel Siurana llega a la siguiente conclusión: “Valderrobres es una zona de paso, de lo que se deduce un importante mestizaje demográfico, artístico y lingüístico. El gótico y lo íbero llegó desde Levante; el Renacimiento y el Barroco desde Poniente. Los mismos flujos se han dado con la población, lo que ha enriquecido las tradiciones culturales. Así que con este libro se demuestra la importancia de la relativización”.
Un universo de apellidosEn la introducción de la obra, Manuel Siurana explica que el origen de los apellidos data del periodo repoblador posterior a la “Reconquista”, en un intento por distinguir de una forma adecuada a todos los vecinos. Por eso, se adoptó el uso de determinados recursos para facilitar la referencia. Ese apéndice en el nombre se convirtió en apellido cuando se hizo hereditario. El desarrollo del estado moderno entre los siglos XVI y XIX aconsejó el uso de un segundo apellido, lo que finalmente se se consolidó con el nacimiento del Registro Civil en 1870.
Los apellidos pueden clasificarse en diversos grupos. Por un lado, los patronímicos proceden del nombre de pila del padre. Son policéntricos, lo que genera linajes distintos no emparentados entre sí. En Valderrobres abundan los Gil, Pons, Micolau o Bernardó. Los toponímicos hacen referencia a un lugar de origen. Ya sea propio (Berge o Verge, Cardona, Anglés), o común (Bosch, Aguilar o Vallés). Asimismo, los oficios también fueron un recurso para identificar a las personas. En Valderrobres abundan los Guardia, Ferrer y Lombarte. Igual que el mundo romano, los apodos también fueron una fuente de inspiración: Albiol, Arrufat o Sorolla. Desgraciadamente, existen algunos apellidos con procedencia incierta, como Celma, o Ber, que deberán esperar nuevos estudios para conocer su origen.
Con los beneficios derivados de la venta de la obra, “serán donados para recuperar el patrimonio local”, apuntó Siurana. Por ejemplo, para sufragar el préstamo de 60.000 euros que Repavalde, entidad que preside, solicitó a una entidad bancaria para realizar las labores de musealización del tercer tramo de la iglesia valderrobrense. Junto con las ganancias, las entradas al castillo, y subvenciones de la DGA de las que la asociación está pendiente, Siurana espera amortizar ese préstamo.
Esta publicación es el resultado de cinco años de trabajo en los que Siurana, literalmente, se ha zambullido en los 50.000 expedientes parroquiales de Valderrobres y Beceite. Estos archivos abarcan un periodo que se extiende desde la actualidad hasta 1569 en el caso valderobrense y hasta 1525 en el beceitano. Los datos fueron informatizados en hojas de cálculo, y a continuación cruzados para establecer líneas genealógicas. Gracias a eso, se ha podido descubrir que, por ejemplo, todos los Orona, por un lado, o los Mulet por otro, proceden de un mismo tronco familiar.
A lo largo del estudio se ha constatado que el apellido más repetido a lo largo de todo este tiempo es Celma. De hecho, de los 25.000 expedientes de Valderrobres, casi 1.000 hacen referencia a un Celma. Le sigue Gil, Segura, Pons, Foz y Micolau. En la actualidad, la clasificación ha variado un poco, y el apellido más común es Gil, seguido de Lombarte y Pallarés.
Por el contrario, también hay apellidos que han desaparecido. Es el caso de los Meseguer o los Malet, muy comunes en el siglo XVI, pero con un índice de masculinización (hombres que lo llevan por cada 100 mujeres) tan bajo que de hecho hoy día ningún hombre lo lleva. Aunque Siurana reconoce que la posibilidad de que hoy día la mujer pueda transmitir su apellido podría salvar algunos hoy condenados a desaparecer, explica que de imponerse esta tendencia, más allá de consideraciones sexistas, dificultará sobremanera los futuros estudios genealógicos.
Las partidas bautismales consultadas también incluyen el nombre y profesión de los padres. En caso de ser un oficio diferente al agrícola (al que se ha dedicado el 80% de la población hasta el siglo XX), Siurana se ha detenido en su análisis. De esta manera, los datos revelan que a lo largo de los últimos cinco siglos ha habido familias enteras que han permanecido fieles a una actividad laboral. Es el caso de los Ribes, llegados a Valderrobres desde Reus hace 200 años. Se han dedicado a la albañilería, e incluso hoy día algunos de sus miembros han continuado esa tradición. Por su parte, los Roglán mantuvieron el oficio de alpargateros durante cuatro generaciones.
Del mismo modo ocurre con las familias de mayor relevancia social. Los Crespo ya poseían el poder social y económico en el siglo XVI, lo que se plasmaba a través de la ocupación de los cargos municipales. A pesar de las revoluciones sucedidas a lo largo del tiempo, esa tendencia se ha mantenido hasta el siglo XX.
No obstante, a lo largo de estos últimos cinco siglos, los Molés han sido la familia más influyente. Además de terratenientes, sus miembros eran notarios. Aparecen en los archivos más antiguos, pero está constatado que se marcharon en el siglo XVIII a Zaragoza. Aunque hoy existen Molés en el municipio, el autor destaca que son emigrantes que nada tienen que ver con aquella rama.
Después de publicar este estudio pormenorizado, Manuel Siurana llega a la siguiente conclusión: “Valderrobres es una zona de paso, de lo que se deduce un importante mestizaje demográfico, artístico y lingüístico. El gótico y lo íbero llegó desde Levante; el Renacimiento y el Barroco desde Poniente. Los mismos flujos se han dado con la población, lo que ha enriquecido las tradiciones culturales. Así que con este libro se demuestra la importancia de la relativización”.
Un universo de apellidosEn la introducción de la obra, Manuel Siurana explica que el origen de los apellidos data del periodo repoblador posterior a la “Reconquista”, en un intento por distinguir de una forma adecuada a todos los vecinos. Por eso, se adoptó el uso de determinados recursos para facilitar la referencia. Ese apéndice en el nombre se convirtió en apellido cuando se hizo hereditario. El desarrollo del estado moderno entre los siglos XVI y XIX aconsejó el uso de un segundo apellido, lo que finalmente se se consolidó con el nacimiento del Registro Civil en 1870.
Los apellidos pueden clasificarse en diversos grupos. Por un lado, los patronímicos proceden del nombre de pila del padre. Son policéntricos, lo que genera linajes distintos no emparentados entre sí. En Valderrobres abundan los Gil, Pons, Micolau o Bernardó. Los toponímicos hacen referencia a un lugar de origen. Ya sea propio (Berge o Verge, Cardona, Anglés), o común (Bosch, Aguilar o Vallés). Asimismo, los oficios también fueron un recurso para identificar a las personas. En Valderrobres abundan los Guardia, Ferrer y Lombarte. Igual que el mundo romano, los apodos también fueron una fuente de inspiración: Albiol, Arrufat o Sorolla. Desgraciadamente, existen algunos apellidos con procedencia incierta, como Celma, o Ber, que deberán esperar nuevos estudios para conocer su origen.
Con los beneficios derivados de la venta de la obra, “serán donados para recuperar el patrimonio local”, apuntó Siurana. Por ejemplo, para sufragar el préstamo de 60.000 euros que Repavalde, entidad que preside, solicitó a una entidad bancaria para realizar las labores de musealización del tercer tramo de la iglesia valderrobrense. Junto con las ganancias, las entradas al castillo, y subvenciones de la DGA de las que la asociación está pendiente, Siurana espera amortizar ese préstamo.
(Alejandro Rivera, Periódico La Comarca, 9 de abril de 2010)
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